Espasmo. Número 1.
Nunca volví a ver tanta gente unida por una misma causa, fueron los días en que las consignas no fueron solo gritos pavorosos sino clamores de justicia. Nunca vi que le lloviera tan fuerte a mi ciudad, a mi país, nunca le llovió tanto a mis ojos. Nunca antes ví tanto llanto.
Estaba claro, los empresarios, los millonarios, los magnates, los políticos, las televisoras, los banqueros, los reaccionarios... y él en ese entonces presidente ya no los habían antecedido: el 2 de julio de 2006 la vida de México iba a cambiar. Mi vida en el julio lluvioso y sintomático de 2006 cambio.
<<¿Cuántas lágrimas nos hubiéramos ahorrado "señor presidente", cuántos muertos tendrían vida, de cuántas privatizaciones se hubiera escapado México, sin cuántos millones de pesos se hubieran quedado ustedes. Ustedes los que se han robado nuestra misericordia y la dignidad de lo que aún nos queda de patria. ¿Qué historia estaríamos contando ahora?>>
El 2 de julio ya comenzaba a llover.
Fueron los días de más suspenso que he visto pasar, la inercia y el país sin querer dividido en uno, dos, tres colores. Dividido en ideologías, y en ideas compradas y vendidas.
Los mayores, los que aún tenían un suspiro de alternancia en su remontada utopía decían que la democracia había muerto, que era el segundo fraude.
Los más jóvenes se sentían como criaturas erradas, defraudados con "su primera vez." Incluso los niños que no entendían de rebuscados conceptos como: democracia, constitucional, legitimidad, ilegalidad, alternancia; defendían el voto de sus padres, abuelos, hermanos.
Los radicales que eran muchos y estaban dispuestos a luchar del modo que fuera necesario.
Largos y eternos días de lluvia rodearon las urnas rotas y desquebrajadas de tanto roer. Trémulas sensaciones y la vida revuelta ¡Qué tan revuelta!