¿Qué tengo que hacer con ella, a dónde se supone que la debo llevar?
A caso, ella merece un funeral.
A caso, le debo pedir perdón.
A caso, la debo guardar por el resto de los días: rota, triste, marchita.
Si yo huubiera sido ella, hubiera estado igual.
Las flores saben cuando son un poema en las manos de una mujer que sonrie,
pero también saben distinguir cuando el poema es triste,
un poema de despedida.
La flor que con los petalos rotos ha permanecido más de dos semanas cerca de mi,
se quiere ir,
ya ha sufrido mucho,
ya hemos hablado,
le pedí que no representara despedida,
pero me respondio que ella solo era el reflejo de la intención.
Yo no quiero que se vaya de mi lado,
es mi recuerdo de él.
Esa flor amarilla fue una contradicción.
Fue la ruta de despedida, fue la felicitación sincera
un tributo a el esfuerzo.
Esa flor, era amarilla como el sol,
como mi blusa.
Ahora no se como despedirme de ella.
Quizá le puedo regalar una flor para despedirme
y entonces me uniría a un ciclo interminable de flores de despedida
flores tristes que se despiden,
que se marchitan
como la tristeza
de un adiós.
Si esa será mi despedida, una flor. Su tributo.
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