martes, 25 de enero de 2011

Y Wendy creció

No te perdono nada.
Acércate para que me oigas bien: no te perdono nada.

Hubo días en que desmenuzamos oraciones sobre
   pasadizos de hierba seca.
Ahí aprendimos a decir hoy hace calor, me gustan tu orejas.
Los perro fornicaban frente a los altares diminutos
  de las aceras.
Era abril en una isla que alguna vez fue Venecia.

Y yo me volvia pájaro, niña buenam calle sin gente,
   manera.
Yo me volvia yo, un paréntesis , un alado caer
   de infinitivo, un caer lentísimo
       parvada de aves azules con voluntad
                de precipicio.

Había rostros en los que me sumergía como en diurnos
          jeroglíficos.
Había plegarias que me rozaban la punta de la lengua.
Había sustancias que me sacaban de abajo y me hacían
          caminar sobre las aguas
                 milagrosamente
multiplicaba el pan y las ganas y el espanto.

Había una ciudad repartida en geométricos cajones
          que yo esculcaba con la prisa del hurto
          o el temor de ser descubierta.

Había cuerpos, muchos; los años eran un ajedrez
          de manos y de venas.

Nunca volví a tomar 87 aspirinas por equivocación.
Nunca volví a creer.

Había frutas ácidas, caricias con picahielo
          y lastimaduras altas con cordilleras.

Había más, supongo.

He dicho que no te perdono nada.
Fichita azul, tipa de cuidado, bocaza de tremetina.
Acércate para que me escuches mejor
esta es la e sentencia:
y Wendy creció.


                                                                                      Cristina Rivera Garza
                                                                                           "Los textos del YO"

No hay comentarios:

Publicar un comentario