Día 3. Jacaranda
Esta
tarde vi llover, toda la tarde desde mi ventana vi el agua caer sobre Bellas
Artes, vi las lágrimas del cielo empañando los vidrios y mojando a los
transeúntes. Las jacarandas de la entrada del metro estaban muy mojadas y se
les percibía tristes. Yo creo que andaban espantadas por el temblor, no imagino
la ansiedad de estar aferrado al suelo cuando uno quiere correr de miedo. La
raíz, el rizoma y esa tremenda desesperación y deseo por ser hoja suelta para volar lejos
del infortunio. Miro la jacaranda, con algunas flores de color lila en pleno
septiembre, su destino decía que sólo debía florear en marzo, quizá en abril pero
aquí está la muy rebelde floreando cuándo se le da la gana, floreando en
septiembre. Durante muchos años yo sólo floreaba en marzo y abril, después la
lluvia de julio me volvía chiquita como las flores lilas pachichas de la
jacaranda cuando caen al suelo y son pisadas por los transeúntes y lo anodino
de su cotidiano. Mucho tiempo anduve sin ganas de adornar la ciudad con mis
colores. Hoy en septiembre también me han dado ganas de florear y de escapar de
mi destino de estar aferrada al piso de la ciudad lacustre, la ciudad del caos.
Este septiembre quiero que la jaula se vuelva pájaro y se vuele tal como lo
hubiera querido Alejandra Pizarnik, este septiembre tengo voluntad de jacaranda
que quiere escapar de su rizoma y fugarse a otro barrio, a otra alameda, a otro
suelo. Este septiembre quiero escaparme
de las ataduras del amor, de las expectativas que cargo en los hombros, de
Plutarco y sus formas, de su amor a medias y su miedo a las despedidas. De la
mujer que imagino para mí, quiero ser jacaranda floreada pero lejos de la
esquina de Bellas Artes dónde tantas veces nos besamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario