Mariano
Mariano
tenía razón cuando me dijo que tú serías mi ruina. De cuando en cuando pienso
en Mariano y en las veces que te engañe con él, ahora en esta hora de
incertidumbres me aferro a las tardes que pase con Mariano sin pensar en lo
absoluto en ti. Hay y habrá días en los que el remordimiento me consuma y achaque
nuestro fracaso a mis infidelidades y burlas, en aquellas tardes que tú me
buscabas desesperadamente por la ciudad y yo estaba escondida en los labios y
en los recovecos de Mariano. Quizá esos días sean los más pero hoy son los
menos en que me arrepiento de no botarte, de no salir huyendo tras la poesía y
alcohol de Mariano. Lo único que me queda de Mariano eres tú y tu odio por
haberme visto más entusiasmada con él que contigo, eso y la esperanza de algún
día recuperar la única fotografía que tuve de Mariano que se perdió en lo
efímero de los aparatos digitales. ¿Realmente quise a Mariano o simplemente era
un pasaporte de salida de una vida a tu lado? No lo sé y quizá nunca lo sepa
pero hoy mientras intento olvidarte pienso en él y en esa canción cubana que me
hace recordarle tanto.
La
verdad Plutarco, soy ególatra y pensar en Mariano me hace pensar en mí y lo
libre que yo era antes de ti. Fuiste muy astuto y sin ataduras me ataste a ti,
las cuerdas atan y yo que era una loca necesitaba cordura, de la cordura santísima
que me brindaste. De la estabilidad que me das aún a sabiendas que te irás,
porque es lunes y es probable que sea el último lunes que pasemos juntos antes
de que tomes ese vuelo al otro lado del mundo. Exclamo Lenonor mientras se abrochaba
el sostén. Plutarco dormía.
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