domingo, 30 de julio de 2017

En la memoria.



En la memoria
hay rastros de serpientes
jeroglíficos trazados en jardines
palabras secretas en la arena
guedejas de caminos que se encuentran
el porvenir escrito en signos
y en el centro del laberinto, tu nombre.

En la memoria
hay ventanas abiertas al perfil de la luna
paisajes minerales
ramas de pájaros
estrellas pegadas a los vidrios
ardientes soles
cayendo en la boca del infierno
oscuros visitantes
embozados en azufrosas capas
el círculo de una falda roja
y tus diez dedos inventando la tarde.

En la memoria
hay rejas y un brazo de mar
azul y solitario
abriéndolas, cerrándolas
en un ir y venir de espumas.

Un río que corre
árboles adentro de una biblioteca
unas palabras que navegan
sobre las mesas de un café
un puente abierto a los amantes
y un caracol acumulando cantos en la playa.

En la memoria
avanzas alta marea de llamas


Elena Garro


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miércoles, 12 de julio de 2017

Algún dia escribiré una novela...


Escribo todos los días de mi vida, en hojas sueltas, en servilletas, en las notas de mi celular. Incluso cuando voy caminando o sentada en el camión escribo en mi mente la historia de personajes, mis personajes son desdichados porque se han perdido en el olvido de mis hojas sueltas, rotas, mojadas. Siempre he soñado con escribir una novela pero me falta disciplina y  herramientas metodológicas para lograrlo, pero mis personajes me exigen y reclaman justicia, voz, existencia. 

Hace unos días descubrí que yo misma no entendía la naturaleza de mis personajes quizá porque algunos son el alter ego de situaciones que a mí misma me suceden y que para mí desdicha tampoco entiendo. Me propuse como me he propuesto muchas otras cosas, algún día escribir una novela pero para lograrlo debo entender a mis personajes, su historia, sus frutas preferidas, la ciudad dónde dejaron sus nostalgias, sus fantasías, miedos, sus poemas preferidos, esas cosas que hacen a uno ser lo que es.  

A partir de hoy y no con mucha disciplina (como muchas cosas de mi vida) escribiré la historia de Leonor, de Plutarco, de Natalia, y de otros personajes que habitan mis libretas: Hoy quiero comenzar este ejercicio y transcribir un fragmento de la vida de Plutarco y Leonor que encontré en mi libreta de "corazones tiranos" la libreta que me regalo mi prima. 



Día 1. Hoja de otoño.

Uno nunca sabe cómo, cuándo ni la hora exacta en que se fuga de sí. Yo no podría precisar la hora en que cedí mis ganas, mi voluntad a un comisario y me fugue de mi voluntad de Adelita. Sé que Juan me lo advirtió, sé que yo misma me lo advertí. 

Plutarco me tomó por la cintura, acerco su cuerpo al mío en algo que podría parecer un abrazo, yo fui dócil y entregue mis músculos a ese breve encuentro. Una parte de mi sabía que Plutarco era una calamidad en mi vida y que ese abrazo era una trampa contra el olvido. 

Plutarco me lanzó muchas veces al olvido, uso corrector para cubrir mis besos y con una goma sin aroma frutal me borro tan fuerte que rompió la hoja de nuestros momentos juntos. Yo no sabía porque había accedido a ir a ese encuentro, ni porque mis emociones colapsaron al verle, él no dijo nada simplemente me miro con una mirada de aprobación y yo me sentí trémula como hoja que tirita en la punta de un árbol alto. La mirada de aprobación de aquel hombre me ponía completamente en tela de juicio << ¿Sería adecuado el color de mi cabello?>> << ¿Le molestaría mi reiterada impuntualidad?>> << ¿Su mamá sabría que estábamos juntos?>> Plutarco me tomó por la cintura y con una voz firme susurro en mi oído "ya quería verte" entonces todas las dudas de mi cabello, puntualidad y su madre desaparecieron inmediatamente. 

Caminamos por el centro histórico y comenzamos a hablar sobre arquitectura y colillas de cigarro, la plática era tan fluida que cualquier testigo hubiera negado que ese hombre y yo no nos veíamos desde hace meses y que nos separaban varios océanos, guerras y una ruptura, dos rupturas, tres rupturas, infinitas rupturas. En ese momento no importaba la franja de gaza que un día nos separó, ni los gritos del manicomio, porque el organillero tocaba el vals de Alejandra de Enrique Mora Andrade.

En la esquina de Paseo de la Reforma nos encontramos con una manifestación, Plutarco me miro y con su característica calidad moral recriminó la manera en que las feministas poseídas por la falta de cordura rayaban el anti-monumento de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, justificaba la causa pero recriminaba las formas. De nuevo volví a sentirme trémula ante sus palabras, Plutarco me miro y con un tono de voz suave y firme dijo "Lo bueno es que ya no estás con ellas rayando la ciudad." Caí trémula peor que una hoja que cae antes del otoño.



miércoles, 5 de julio de 2017

Debo renunciar.

Debo dejar de jugar a la poesía y hacer lo que los otros hacen, hacerme de un carrito, ir a una oficina,
debo dejar de jugar a la poesía incluso ahora que quiero enlistar las metas que no he cumplido.

Debo buscar un departamento, cumplir con los deberes, estudiar en el extranjero, debo dejar de jugar a la poesía, buscar un marido, hacerme de hijos, así quizá mis amigas las que ya tuvieron hijos me invitarian a sus fiestas, debo dejar de jugar a la poesía y escribir cosas con sustento cuantitativo, debo dejar de jugar a la poesía y hacer enlaces covalentes.


Debo dejar de jugar a la poesía y buscar a un hombre que me quiera, debo dejar de jugar a la poesía y rizar mi cabello, mis pestañas.

Debo dejar de jugar a la poesía incluso cuando intentó renunciar a ella. Debo renunciar.